No hay nada para soltarse los nervios y, de paso, amedrentar a tu rival, que ganar con tu saque el primer juego en blanco. Y si es una semifinal de un Grand Slam, pues tanto mejor. Eso hizo el número 1 del mundo ante el siempre combativo Medvedev.
Ese primer set se mantuvo igualado, con ambos sacando sin demasiados apuros, hasta el octavo juego. Sólo necesitó una bola de break para robarle el saque al ruso y servir para ganar 6-3 en 35 minutos. Impactante el nivel que Alcaraz mostró en esa primera manga, donde su rival no pudo ni supo encontrar respuesta a sus ángulos abiertos y a su resiliencia.
Lejos de relajarse, el español siguió en el segundo set muy concentrado, controlando el ritmo a la perfección, sabiendo cuándo golpear duro, cuándo romperlo con alguna dejada marca de la casa y cuándo forzar errores a su contrincante.
Tuvo un momento complicado con 0-1 y una bola de ruptura que Medvedev no pudo aprovechar. En el siguiente juego, el murciano disfrutó de tres al resto y terminó rompiendo para ponerse 2-1 y saque que terminó ganando. Medvedev peleó duro, pero en cuanto subía el nivel, y ganaba su primer juego en blanco, respondía de la misma manera Alcaraz. Y además, en dos servicios consecutivos. Como golpearse con una pared y recibir el doble de impacto en la cara.
Eso le ocurrió al ruso, que con 5-3 en contra perdió nuevamente su saque para ceder el segundo set, de nuevo por 6-3, y de nuevo en 35 minutos
La magia de Alcaraz inundó Londres como en los tiempos de Harry Potter. Se puso 3-0 y parecía todo sentenciado. Ya sin nada que perder, Medvedev arriesgó en cada punto y por fin pudo encontrar algún resquicio en su juego. Pero si le rompía el saque, cosa que hizo dos veces, de inmediato lo recuperaba el español. Y con 5-3, en su primera bola de partido, y con un passing en la red de excelsa belleza firmó su pase a la finalísima de Wimbledon.
Allí, palabras mayores, le espera Djokovic. Qué final más bonita nos espera.
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