Messi y Enzo hacen respirar a Argentina derribando la muralla edificada por Martino (2-0)
Por todos es sabido que Argentina es un país que respira fútbol. El deporte de la pelota es una religión y eso tanto Messi como Scaloni lo saben. Por este motivo, en lugar de hablar de asuntos técnicos o de modelos tácticos en los días previos, tanto el seleccionador como el capitán de la Albiceleste prefirieron apelar a la fe y pidieron a sus aficionados que simplemente confiaran en ellos.
No le gustó a Scaloni lo que vio en el debut argentino ante Arabia Saudí, en la que fue calificada como una de las mayores sorpresas de la historia de los Mundiales. Por eso, hasta cinco (Acuña, Montiel, Rodríguez, Mac Allister y Lisandro Martínez) fueron los cambios en el once titular en un partido a vida o muerte: si perdían, quedarían eliminados a las primeras de cambio pese a ser una de las favoritas para llevarse la gloria final en Catar.
El mensaje del Tata Martino fue un tanto contradictorio y derrotista en la previa. Por un lado, comentó que estaban preparando el partido contando con la mejor versión de su antiguo pupilo Messi. Pero también afirmó que la única forma de parar al del PSG es que tenga un mal día, con lo que parecía que dejaba la posibilidad de conseguir un buen resultado únicamente en función de la inspiración del 10 (una idea que acabaría pagando muy caro) y por eso salió con defensa de cinco, tres centrocampistas y sin una referencia ofensiva clara pero con Hirving Lozano y Alexis Vega flotando en la delantera para poder cazar alguna contra, en un claro mensaje de respeto (hay quien cambiaría esta palabra por “miedo”) hacia su adversario.
Martino apostó por el 0-0 desde el inicio
Sucede a menudo en el mundo del fútbol que, cuanta más necesidad y urgencia tiene un equipo antes de un partido, más trabado y feo para el espectador es el desarrollo de este. El epítome de esta idea se vio en la edición de 2021 de la Copa América que se acabó llevando Argentina, con partidos donde lo único destacable era la intensidad constante que a veces provocaba una excesiva dureza por parte de ambos equipos (en la final contra Brasil hubo 41 faltas en total).
La Albiceleste corría el riesgo de que le sucediera lo mismo ante una selección mexicana que saltó al césped del Estadio Icónico de Lusail con el cuchillo entre los dientes y dispuesta a no ceder ni un milímetro de terreno a como diera lugar. La maraña defensiva ideada por Martino dio sus frutos desde el primer minuto, donde en la primera parte ninguna de las dos escuadras creó nada de peligro y el Tri se encontró con una comodidad que probablemente no esperaban.
Poco o nada se vio de Messi al principio, que tenía que bajar a recibir al centro del campo, pero se topaba una y otra vez con un muro de camisetas verdes a partir de la zona de tres cuartos. Tampoco ayudaba que sus compañeros estuvieran demasiado estáticos, pero sea como fuere, Ochoa estaba viviendo uno de los partidos más plácidos de su particular historia en los Mundiales, donde suele multiplicar exponencialmente su rendimiento.
El caso es que el miedo de ambos conjuntos a no perder les hizo no arriesgar prácticamente nada y la primera mitad fue un horror para cualquier aficionado al fútbol que se precie. La batalla que se estaba viendo, mucho más física que futbolística y que recordó a aquello típico de “o pasa el balón o pasa el jugador”, incluso se cobró su primera baja antes de tiempo, cuando Andrés Guardado tuvo que decir adiós y ser sustituido por Erick Gutiérrez. Fue una falta a este último, botada por Alexis Vega, la que nos hizo ver casi en el tiempo añadido el único tiro a puerta de los primeros 45 minutos. El Dibu Martínez, ante la factible posibilidad de que no tuviera que volver a intervenir en el resto del partido visto lo visto, se adornó con una palomita para que al menos los fotógrafos tuvieran una bonita instantánea.
Parecía lógico que, en un partido tan brusco, las ocasiones llegaran principalmente a balón parado. Pero ni con esas. Al poco de comenzar la segunda parte, Messi tuvo su falta soñada. Desde unos 22 metros, ligeramente escorada hacia su perfil zurdo… A las nubes. No estaba siendo el día ni del ex del Barça ni, ciertamente, de nadie más.
Es digno de alabanza que, pese al pobre rendimiento tanto de argentinos como de mexicanos, sus respectivas hinchadas no se cansaran de apoyar a los suyos desde las coloridas gradas, plagadas de vestimentas típicas de cada país, y al menos una de las aficiones tuvo premio.
Los del Tata parecía que tenían la idea clara de apostar por el “cerocerismo” para así depender de ellos mismos en la última jornada contra Arabia Saudí. Pero llevamos toda la vida escuchando el mantra de ir partido a partido, de pensar solo en el presente y de que quien sale a empatar acaba perdiendo, y en este encuentro no sería distinto.
Messi aprovechó uno de los pocos despistes mexicanos
El muro mexicano, inexpugnable hasta el momento, tuvo una mínima brecha en el minuto 64. Y casualmente ahí estaba Messi, por primera vez en todo el encuentro libre de marca en la frontal del área. No se lo pensó y se sacó un disparo raso y pegado al palo. Ochoa, por una vez, no pudo ser un héroe patrio y su estirada fue inútil. El mensaje de Martino en la previa se había vuelto en su contra y su antiguo discípulo tanto en el Barça como en la selección argentina había castigado su falta de ambición.
La idea conservadora del Tri estaba tan arraigada en sus jugadores, que tener que cambiar de táctica a menos de media hora del final fue algo imposible de ejecutar. Lo intentaron torpemente, pero las tornas habían cambiado completamente y el castigo final para los centroamericanos llegó en los minutos finales. En realidad solo fue un castigo para México, porque para el resto del mundo fue un regalo para la vista. Tras un córner sacado en corto, Enzo Fernández, que había sido el primer cambio de los de Scaloni, recibió un balón en el pico del área. El del Benfica recortó a su defensor y disparó con una rosca por la escuadra que, de nuevo, fue imposible para Ochoa.
Y así se llegó al final del partido, con Argentina salvándose con un alarde de corazón y amor por los colores por parte de sus jugadores. Aún no tienen la clasificación de forma matemática, pero el hecho de haberse sobrepuesto a una situación tan complicada hará que lleguen al duelo ante Polonia del próximo miércoles con un extra de optimismo. Todo lo contrario sucede con México, que es colista del Grupo C y tendrá que ganar a Arabia Saudí y esperar una carambola para poder meterse en octavos de final.
Jugador Flashscore del partido: Messi.