La lección del Nápoles como campeón de Italia: combinar resultados y buen juego es posible

La lección del Nápoles como campeón de Italia: combinar resultados y buen juego es posible

Luciano Spalletti
Luciano SpallettiAFP
El equipo de Spalletti ha conseguido algo que parecía inviable: sumar puntos y ofrecer un fútbol entretenido en el proceso.

Veinticinco victorias en treinta y un partidos, tres puntos ganados ante casi todos los rivales más incómodos (Milan, Juventus, Lazio, Roma, Atalanta, sólo falta el Inter, que estará en el escenario del 'Diego Armando Maradona' el 21 de mayo), la del Nápoles ha sido una temporada memorable y acabará con el merecido tercer Scudetto, que es sólo cuestión de tiempo.

La trayectoria de los Campani en la Serie A no ha sido sostenible desde la primera vuelta para todos los perseguidores, que jornada tras jornada han acumulado un retraso que ha llegado a rozar los 20 puntos.

Hasta cierto punto de la temporada, la única esperanza de los adversarios era que el rendimiento del equipo de Luciano Spalletti (64), tarde o temprano, bajara, como ya había sucedido con los equipos entrenados por el técnico toscano u otras versiones del Nápoles, y como siempre, los azzurri implosionaran o fueran absorbidos antes del final de la temporada.

Pero además de haberse aprovechado de los numerosos impagos de los distintos Milan, Inter y Juventus, culpables de perder puntos aquí y allá por el camino, el técnico toscano ha dado con la clave definitiva para mantenerse en lo más alto el mayor tiempo posible: el juego bonito.

Con las cartas a su disposición, el líder del Nápoles no pudo hacer otra cosa que insistir en sus propias ideas de fútbol agradable y valiente, proactivo y nunca especulativo, que al mismo tiempo demostró ser la única manera de superar la competencia de los rivales, por una razón u otra incapaces de mantener un cierto ritmo.

Clasificación del Nápoles
Clasificación del NápolesFlashscore

En el eterno debate fuera del campo, el juego bonito siempre se había considerado un alarde relativo, demasiado a menudo improductivo cuando se trataba de sumar puntos sin especular demasiado, ni siquiera imponerse a los demás.

Pero la grandeza del Nápoles 2022/2023 ha sido precisamente la de haber logrado en conjunto ser convincente desde el punto de vista de los números y los resultados, pero también sin duda el mejor desde el punto de vista del juego expresado, tanto como para haber convencido incluso a los antagonistas más escépticos e históricos.

Las referencias van inmediatamente a temporadas pasadas, en las que, por ejemplo, el Nápoles forjado por Maurizio Sarri, el de los 94 goles o el de los 91 puntos al final del campeonato, era muy elogiado por la belleza de sus jugadas, pero no conseguía superar la concreción de la Juventus.

Y de hecho, echando un vistazo a la última década dominada por los bianconeri, en la que Inter y Milan también lograron tener algo que decir, nunca antes se había tenido la impresión de que el equipo campeón de Italia haya logrado combinar cantidad con calidad en su rendimiento.

Ciertamente, el nivel de expresividad del Nápoles no ha sido el mismo a lo largo del campeonato: los chicos de Spalletti han ido en ascenso, familiarizándose cada vez más con el liderato de la Serie A, alcanzando su punto álgido a mitad de temporada, tras disputar una increíble fase de la Liga de Campeones que tuvo el mérito de cimentar la conciencia de su propia fuerza y aumentar el nivel de rendimiento.

Una de las peculiaridades del Nápoles ha sido mantener cierto nivel en todos los partidos, tanto los disputados con los provinciales como los disputados contra los grandes de Italia y Europa, sin dar nunca la impresión de bajar la concentración. La consecuencia fue que muchos partidos fueron dominados por la mínima, nunca en disputa en el resultado (ocho veces ganaron los azzurri por al menos tres goles de diferencia).

Contra todos los adversarios, el Nápoles mantuvo la misma identidad de juego, obviamente con los ajustes necesarios que el entrenador debe hacer entre un partido y otro, pero sin conformarse nunca con el resultado, sino insistiendo en sí mismo: como sucedió en el 0-1 que llegó in extremis en Turín, en la tarde que cimentó definitivamente el liderato del equipo de Campania.

A estas alturas sería reduccionista mencionar a los autores individuales de este triunfo incuestionable, aunque ciertamente no haya llegado exclusivamente gracias a la mano del entrenador, pero también a las individualidades, en virtud de las cuales todo fue más fácil: los protagonistas del juego bonito de Spalletti fueron todos, desde los que acabarán en las portadas como Victor Osimhen y Khvicha Kvaratskhelia hasta los miembros menos conspicuos, pero no por ello menos valiosos, del colectivo.