Raúl Jiménez: el goleador mexicano histórico que nació dos veces
El futbolista mexicano, canterano del Club América, ya era ídolo en suelo mexicano en aquel último trimestre de 2020, pero también para un pequeño poblado inglés de poco más de 260,000 personas. Raúl Jiménez sabe que, por el resto de su vida, no pagará una cuenta por una comida en un restaurante de Wolverhampton, donde su rostro es sinónimo de felicidad.
En ese poblado lleno de ingenieros y con mucha oferta laboral aeroespacial, también hay un paisaje de vida tranquila con su arquitectura isabelina y un recinto donde un equipo se ha posicionado como un equipo regular de Premier League. El Wolverhampton, lejos de las presiones de la palestra de los grandes equipos de la Premier League, le ofreció un escenario idóneo y similar al que Jiménez halló en el Benfica de Portugal, tras un año intrascendente en el que sucumbió ante las exigencias de Diego Simeone en el Atlético de Madrid.
Y, aunque parte de la afición y prensa mexicana intentaron hacer ver que el traspaso a los Wolves era un retroceso futbolístico tras poco más de dos buenos años en Benfica, el delantero mexicano entendió que estaba ante una oportunidad única en su vida para demostrar, por si alguien tenía dudas, que podía ser el '9' de élite que siempre soñó gracias a su capacidad.
Wolverhampton: su lugar en el mundo
El 11 de agosto de 2018, Jiménez salió al terreno de juego del Molineux Stadium para el primer partido del Wolverhampton en la Premier League de la temporada 2018/19. Verse vestido de amarillo, como lo hizo durante tantos años de su infancia en el Club América, fue un buen augurio en ese debut esperado para el mexicano, quien terminaría emocionándose con el grito de la gente tras el gol que anotó para dejar el empate definitivo a dos goles.
Desde ese día, Raúl se dejó querer por una ferviente afición que encontró en sus goles un pretexto para sonreír y para soñar. De pronto, por primera vez en su historia, los Wolves ganaron tres partidos consecutivos y la gente de ese bello pueblo inglés comenzó a creer que podían competir por algo más allá del habitual descenso. Y, en gran parte, por culpa del mexicano que al poco tiempo empezó a escuchar canciones en su honor.
Por eso, un mes después de que Jiménez se convirtiera en el jugador del Wolverhampton con más anotaciones en una sola temporada en la historia del club, la directiva no tardó en hacer válida la opción de compra de su ficha y desembolsó 38 millones de euros para darle un contrato de cuatro años; fue la compra más cara que el equipo había hecho desde su fundación. Los Wolves se clasificaron para la Europa League y el mexicano fue nombrado por su afición como su mejor jugador de la temporada.
La siguiente campaña sería la de una consolidación rotunda en Inglaterra para un Raúl que no había tenido la participación que hubiese esperado en el Mundial de Rusia 2018. Con sed de gloria, Jiménez terminó de conformarse como un ídolo total para el Wolverhampton, que vivió una temporada europea de ensueño. En ese diminuto y pintoresco lugar se escucharon con fervor los cánticos de una afición que disfrutó de sus goles en la Europa League, donde compitieron hasta los cuartos de final. Con 27 anotaciones y partidos memorables, el mexicano fue votado por la gente y sus compañeros de equipo como el mejor jugador del año.
En ese contexto, Raúl llegó a la temporada 2020/21 como un referente total y con un equipo que comenzaba a construirse alrededor de sus virtudes. A la par de su partido 100 con los Wolves, el mexicano firmó una extensión de otros cuatro años, cortando de raíz los rumores de una posible transferencia. El futuro lucía cada vez más prometedor, hasta que llegó ese fatídico 29 de noviembre, en la visita del Wolverhampton al poderoso Arsenal.
Un punto de inflexión vital
Raúl ha dicho, en varias entrevistas periodísticas, que no recuerda mucho de lo que ocurrió aquella noche. El delantero mexicano no tiene registro de la secuencia que conmocionó a un país entero. El queretano no se acuerda de aquel córner, a los cinco minutos del partido, ni de cómo saltó a disputar la pelota en busca de anotar y del golpe seco que su cabeza tuvo con la del brasileño David Luiz.
Tampoco tiene en la memoria el instante en el que quedó inerte en el suelo, mientras le salía sangre en la nariz y sin dar señales de vida, al mismo tiempo que los equipos médicos de ambas escuadras ingresaban a toda prisa para atenderlo, en medio de la conmoción de compañeros y rivales al ver que no existía la más mínima respuesta de su parte, y del central brasileño que también sangraba, pero que estaba consciente.
A los pocos minutos, la noticia se hizo viral en México. Fueron los ocho minutos más largos en la vida de Raúl. Ocho minutos en los que fue atendido con el más mínimo cuidado para ser inmovilizado antes de poder subirlo a una camilla con un respirador artificial. "Supe inmediatamente que se trataba de una lesión grave", diría después Matt Perry, jefe del equipo médico de los Wolves, quien acompañó a Jiménez en todo momento y se quedó con él cuando el mexicano ingresó por la sala de urgencias a un hospital londinense, donde se confirmó la gravedad de lo ocurrido: fractura de cráneo.
Cuando recuperó la consciencia, lo primero que Raúl hizo fue comunicarse con Daniela, su esposa. Fue en el rostro de ella donde el mexicano observó, todavía sin entender qué hacía tumbado en una cama de hospital, que algo grave había pasado. Poco después, al escuchar a los doctores, familiares y compañeros, y al observar las imágenes, comprendió que había estado cerca de perder la vida.
Fue un momento de incertidumbre e introspección profunda. En medio de su deseo por jugar el Mundial de Rusia 2022, Raúl comprendió que necesitaba, más que nunca, aferrarse a los suyos y al fútbol, ese refugio que lo había curtido desde pequeño. Y aunque a mediados de diciembre, tres meses después del suceso, visitó el entrenamiento del equipo y le dijo a su entrenador, Nuno Espírito Santo, que estaba listo para volver, el mexicano tuvo que navegar por un proceso de rehabilitación lento y complicado.
Fueron meses en los que Martha estuvo al lado de su hijo ayudándolo a leer y tejer para mejorar su parte neurológica, antes de que Raúl volviera al gimnasio y a los entrenamientos, en los que pasó a ser intocable para no causar alguna recaída, hasta que el mexicano pudo volver a disputar un partido de fútbol en julio de 2021, con una protección especial en su cabeza. Dos meses después, en un partido frente al Southampton en el St. Mary’s Stadium, volvió a anotar un gol. Ese grito, 300 días después de lo ocurrido en el campo del Arsenal, fue un desahogo emocional.
Y, sin embargo, durante meses, Raúl no volvió a ser el mismo. A pesar de que en sus declaraciones decía sentirse confiado y seguro de seguir compitiendo al máximo nivel, sus actuaciones estaban lejos de las que lo convirtieron en un referente del club. Y aunque su rendimiento no era el mismo, su gente no lo abandonó y lo consoló. Cuando tuvo que irse, por la crueldad deportiva intempestiva, Raúl fue ovacionado.
Su siguiente destino fue el Fulham londinense. Y como ocurrió en Wolverhampton, Raúl encontró otro motivo para sonreír. Con más partidos a cuestas desde la lesión, con una confianza absoluta del club, el mexicano volvió a rendir. El inicio de esta campaña ha sido mejor de lo esperado. Sus goles han significado puntos importantes para el equipo y su figura se ha consolidado como titular.
Y esa hambre de gloria intacta y el esfuerzo de una rehabilitación voraz, le devolvió los frutos de su pasión. El pasado 28 de septiembre, Raúl volvió a hacerse presente en el marcador. Su grito fue ensordecedor. Fue el gol 100 en Europa. Colocándolo a la par del legado de Chicharito y de Hugo Sánchez. Un logro digno de su capacidad y de su resiliencia. Esa que mostró en su recuperación. En el tiempo en el que pocos estuvieron con él. En el que estuvo seguro de que iba a volver para dejarle claro a todos que volver nacer siempre valdrá la pena.