Habían pasado 36 años desde que Canadá apareció por última vez en un Mundial. La ilusión por volver a un acontecimiento como este no había ni que comprarla. Y se notó en las ganas de unos jugadores que superaron en ilusión y fuerza a su contrincante.
Y no era fácil. O se supone. Porque enfrente estaba Bélgica, la eterna aspirante a todo y que siempre se queda en nada. Y si es por esta puesta en escena en Catar, los Diablos Rojos tienen los pinchos de su tridente menos afilados que un diente de león. Ver a Hazard o De Bruyne en su estado actual es triste hasta para el espectador neutro.
Menos mal que Roberto Martínez tiene a Courtois. Fue el mejor portero del mundo el que los salvó de un desastre mayúsculo. Primero, con un penalti a los nueve minutos que detuvo a Alphonso Davies. Qué grande debe hacerse el meta para el delantero rival. Luego, con una brillante estirada para negarle el tanto a Alistair Johnson. Y ya en la segunda mitad, también haría lo mismo para atajar un temible cabezazo de Larin.
Bélgica, traicionando sus principios
Entre medias, los belgas sesteaban. Lejos de su nivel, de su antigua querencia por jugar el balón, se encontraron más cómodos jugando a la contra. Así llegó el único gol, obra de Batshuayi tras un pase en largo de Verthongen. El control del punta y su definición ante Borjan marcaron la diferencia con los animosos canadienses.
No hubo casi más oportunidades claras para los europeos. Tampoco es que los norteamericanos sean un dechado de virtudes ofensivas. Ni siquiera con más delanteros pudieron batir a Courtois. Y mira que merecieron, al menos, el empate.
Tendrán que esperar otro partido para anotar su primer gol en un Mundial. Mientras tanto, Bélgica respira porque, en un mal día, han sacado un premio mayúsculo y son líderes de grupo tras el empate entre Marruecos y Croacia.
Jugador Flashscore del partido: Courtois.
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